Acerca del archivo "Revistas Culturales subterráneas en la última dictadura argentina"
Cuadernos del Camino
Cuadernos del Camino surgía en octubre de 1978 como revista cultural que se planteaba la necesidad de construir un lugar de encuentro entre plásticos, músicos, gente de teatro, ciencia y diferentes ramas de la cultura, partiendo de reconocer el clima de dispersión, fragmentación e “impotencia generalizada”. Fue dirigida por Mónica Giustina -en sus dos primeros números- y posteriormente por Alicia Padula. A lo largo de sus cinco números –hasta agosto de 1980- participaron en la redacción Juan Carlos Paz, Daniel Vega y diferentes colaboradores encargados de secciones como Música, Cine, Teatro o Literatura. Acorde con su preocupación por la experimentación, la revista fue modificando su tamaño, impresión y diseño.
En el contexto represivo de la última dictadura militar argentina (1976-1983), cuando la participación política se encontraba excluida de la esfera pública, la iniciativa de crear una publicación cultural fue concebida como una forma de participación política. Así quedaba demostrado en sus páginas, a partir de comprender la expresión artística y la colaboración en la revista como un modo de “militancia” y como una forma de obra “colectiva”.
Si bien, debido a la imposición de mecanismos de disciplinamiento y represivos no fue posible establecer un vínculo orgánico o sistemático con agrupaciones políticas, la revista se encontraba relacionada con la tradición político-cultural del PST -Partido Socialista de los Trabajadores-. De esta manera, la publicación discutió con el realismo socialista, problematizó acerca del rol de la vanguardia, destacó el aporte del surrealismo y temáticas vinculadas con el cuerpo, el psicoanálisis, el teatro alternativo, el género y las sexualidades.
Cuadernos del Camino dedicó un lugar destacado a la crítica a la censura imperante. Asimismo, otorgó relevancia a la mera existencia de revistas literarias de carácter oposicional, concebidas como vehículo de reflexión de la cultura. Esta preocupación quedó demostrada en el diálogo que estableció con otras publicaciones de esta zona del campo simbólico a partir de la conformación de ARCA –Asociación de Revistas Culturales Argentinas-, un espacio de articulación de publicaciones disidentes. El rescate de estas experiencias aparecía en sus editoriales y notas, planteando que se trataba de prácticas que, lejos de vender “ídolos” o “sensacionalismos morbosos”, y que, “lejos de estar sostenidas por los grandes capitales”, tenían la capacidad de expresar sus inquietudes e intereses por los problemas de nuestra cultura.
Posta / Nudos
En marzo de 1977, se editaba por primera vez la revista Posta de arte y literatura. Sus tres primeros números se publicaron en forma bimestral hasta setiembre de 1977. Sus directores, Manuel Amigo y Jorge Brega, habían colaborado previamente en la revista Los Libros, experiencia interrumpida debido al golpe militar de 1976. Posta surgió como necesidad de expresión en un contexto de fuerte dispersión y lucha por la supervivencia. La revista se reconoció dentro de una línea vinculada con lo nacional, lo popular y el antiimperialismo. Desde su primer número –y luego con Nudos– presentó un formato y edición que indicaron una gran preocupación por los recursos gráficos y visuales.
Como el nombre Posta ya aparecía registrado –cuando realizaron los trámites correspondientes en el Registro Nacional de Propiedad Intelectual–, a partir de 1978 debieron publicar la revista con el nombre de Nudos en la cultura argentina. La revista editó 18 números entre marzo de 1978 y la primavera de 1992.
El proyecto editorial de Nudos/Posta se centró en el rescate de la tradición cultural del maoísmo y la lucha antifascista. Sus búsquedas temáticas y estéticas apuntaron a recuperar la idea de una cultura nacional y popular. Asimismo, fue notoria la referencia a la desaparición forzada de personas a partir de cuentos –como “El número exacto”, de Mirta Silber en Posta- e imágenes fotográficas que rescataron el trabajo pictórico de su director, Manuel Amigo, en Nudos. Si bien experimentó un lapso de tiempo sin editarse –en los últimos años– y en sus últimos números lo hizo solo en forma anual, la revista perduró hasta 1992, año en el que sus integrantes decidieron comenzar una nueva revista cultural denominada La Marea, la cual subsiste hasta la actualidad.
Hemos incluido una presentación de Jorge Brega, escritor y poeta que dirigió la revista junto a Manuel Amigo. Brega narra en primera persona lo que significó la experiencia de editar este tipo de revistas culturales en el contexto dictatorial.
Riachuelo
La revista Riachuelo. Una várice que recorre la ciudad fue una publicación cultural independiente, autogestionada, cuyos seis números aparecieron entre julio de 1980 y noviembre de 1982. Surgida por iniciativa de militantes anarquistas que se reunían en la Biblioteca José Ingenieros, de Villa Crespo, ciudad de Buenos Aires, Riachuelo dedicaba espacios relevantes a la poesía, la educación, la historia, el pensamiento social y económico, la psicología, la narrativa y la historieta.
Dirigida por Ángel Fichera, cineasta y poeta, y en su último número por Osvaldo Escribano, redactor y diagramador de la revista, su equipo incluyó a redactores (en su mayoría, poetas), dibujantes y colaboradores de diversa procedencia ideológica, que tenían en común una posición crítica, en el contexto de la lucha contra la dictadura argentina de 1976-1983.
Sus integrantes pueden considerarse un ejemplo de lo que Howard Becker define como “artistas cuya actividad principal no es el arte”. El subtítulo de la revista (Una várice...), que hablaba originalmente de lo sucio, de la “mugre” atravesando la ciudad, alude también a una dilatación venosa que muestra la incapacidad de establecer un retorno eficaz de la sangre al corazón. En una sociedad que mostraba serias dificultades para la circulación de las ideas y los sentimientos, esa figura parecía constituirse en denuncia de la imposibilidad.
Riachuelo no era una publicación clandestina y tenía distribución en quioscos y reuniones públicas de la Biblioteca José Ingenieros y el Cine Club Jaén –con los que, por otra parte, organizaba recitales, festivales y actividades en común–. Pero era una revista militante contra la dictadura. Un número fue censurado en el Uruguay y un ejemplar de la revista estuvo en el “Museo de la Subversión” de la dictadura argentina.
Según su director, Ángel Fichera, e integrantes de su redacción, como Diego Arguindeguy, Riachuelo formaba parte de la tradición obrera y anarquista de la escritura como forma de resistencia: Era una publicación que hablaba de las cosas que le sucedían a aquellos que estaban fuera del poder.