Poddema y Signo Ascendente : surrealismo vs. dictadura

Por Silvia Guiard

A la memoria de Alberto Arias (1953-2021) y Alejandro Michel (1958-2022), entrañables compañeros en aquella aventura.

Las sucesivas revistas Poddema  y Signo Ascendente, publicadas entre agosto de 1979 y mayo de 1982, fueron el órgano de expresión de un grupo que decidió en plena dictadura asumir como  propios los objetivos del surrealismo  y reivindicar desde el primer número –aunque  al comienzo de modo elíptico-  el Manifiesto por un Arte Revolucionario Independiente de Breton y Trotsky. De marcado carácter autogestivo, el afán de abrirse paso con las propias manos en -y contra- la noche dictatorial estuvo de entrada en su ADN. Su existencia fue de hecho la decantación de un rico proceso previo de jóvenes escritores que, habiéndonos conocido en el otoño de 1977 a partir de la convocatoria de cierta institución cultural, nos desprendimos pronto de ella para continuar reuniéndonos por nuestra cuenta, autoconvocándonos en busca de una iniciativa que contrarrestara el aplastamiento reinante. Surgió la idea de formar un grupo de estudios sobre algún tema de interés común y, por votación mayoritaria, este resultó ser el surrealismo. De manera colaborativa y orientados por quienes tenían mayor conocimiento del tema, se delineó un plan de estudio y de lecturas que desarrollamos en sucesivos encuentros ya en 1978. Todos habíamos  participado de uno u otro modo en la gran ebullición político cultural anterior al ‘76 y la vibración que nos sostenía – a nosotros como a tantos-  era de alguna manera continuidad subterránea de aquella. Por otra parte, había entre nosotros compañeros ligados a organizaciones trotskistas[1]. De modo que, con todos los recaudos del caso, la discusión de la situación política estuvo presente en nuestros debates junto a los antecedentes, la historia o las posiciones estéticas y políticas del surrealismo.

Al comenzar 1979 algunos compañeros habían tenido que dejar el país o la ciudad, otros se habían apartado[2]. Persistía un reducido núcleo que no llegaba a definir su rumbo. Alberto Arias tomó por su cuenta entonces la decisión de publicar Poddema 1 -convocando para ello la colaboración de Luis Morado y la mía. Catalizada la energía grupal por ese hecho, en octubre del  mismo año se produjo la primera intervención pública colectiva en nombre de Poddema en un festival organizado por la Comisión para la Reconstrucción del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras en el club Villa Malcolm. Leímos allí algunos textos propios precedidos por las siguientes palabras de André Breton: “La rebelión, solo la rebelión es creadora de luz”. 

Fue entonces cuando nos reconocimos plenamente como grupo surrealista. Éramos cuatro: Alberto Arias, Alejandro Michel, Julio del Mar y yo. De allí en más, todas las revistas fueron elaboraciones colectivas. Su publicación, título, contenido y características eran decididas en conjunto –lo mismo que, por otra parte, las posiciones, acciones o declaraciones públicas del grupo. Cada número consignaba un comité de dirección y redacción integrado por todos los participantes –salvo quien no quisiera aparecer allí. Sostenidas económicamente por el aporte colectivo, tuvieron un carácter a medias clandestino (se evitó el trámite de inscripción legal, casi todos usamos seudónimos[3], no figuraba domicilio) y a medias artesanal  ya que, salvo la impresión misma, las demás tareas gráficas eran realizadas por el grupo. Se distribuían mano a mano, cada vez más abiertamente a medida que fue evolucionando la situación política, y en algún kiosco que las aceptara.                                         

 Poddema 2, aparecida en febrero del ’80,  fue el fruto de una transitoria confluencia con el grupo nucleado en torno a Juan Carlos Otaño[4], la cual no duraría mucho más allá de la aparición de la revista. Después de ello el grupo decidió cambiar el nombre Poddema –tomado por Alberto Arias de un poema de Henri Michaux- por Signo Ascendente, título de un texto de André Breton sobre la analogía.  Esta suerte de refundación reafirmaba nuestra voluntad de no hablar sobre sino desde el surrealismo, nuestro deseo de actualizar la integralidad de sus aspiraciones en nuestro propio contexto histórico. Esto  implicaba, por supuesto, intervenir colectivamente en la resistencia a la dictadura. Por un lado a través de acciones conjuntas con otros grupos y revistas como la participación en ARCA (Asociación de Revistas Culturales de la Argentina) y en diversos encuentros y festivales. Y sobre todo, acompañando en la medida de nuestras fuerzas a quienes eran la vanguardia de esta lucha: las Madres de Plaza de Mayo y otros organismos de afectados. En especial tendríamos una colaboración directa con las iniciativas de la Comisión de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas y Gremiales (como la búsqueda de firmas para sus solicitadas o el libro de poemas de detenidos Cielo Libre, de cuya realización gráfica nos hicimos cargo). Y participamos  en las rondas de las Madres, las Marchas de la Resistencia y otras movilizaciones. Manteníamos la conexión y el debate con el trotskismo[5], preservando siempre nuestra independencia de acción y de objetivos ya que el surrealismo, como se sabe, no solo busca “transformar el mundo”, como dijera Marx, sino también “cambiar la vida”, como dijera Rimbaud.

Signo Ascendente 1 -que retomó algunos materiales de Poddema 2 cuya tirada había sido mínima- apareció en octubre del ’80. A raíz de su publicación nos contactó Josefina Quesada, pintora surrealista y antigua discípula de Juan Batlle Planas, quien se integró inmediatamente  al grupo. Desde entonces su casa fue el ámbito encantado ideal para nuestras reuniones, a las que pronto se sumaría Juan Perelman, y para el despliegue de una rica vida grupal –encuestas internas, lecturas, debates, juegos, escritura automática colectiva, etc. A comienzos del ’81 entramos además en contacto con el grupo surrealista de París -y de allí en más con los de Praga, Estocolmo, Chicago  y Sao Paulo[6]. Recibimos libros, revistas y materiales inéditos, algunos de los cuales fueron incluidos en el boletín de diciembre del ’81 (Situación del erotismo y del amor) así como en el siguiente número de la revista. Dado el tiempo transcurrido y la cantidad de material acumulado, se trató ya de  Signo Ascendente 2-3. Estuvo en la calle en mayo del ’82, en plena guerra de Malvinas, cuando el grupo lo estaba también, mezclado en las crecientes movilizaciones. Además de una declaración sobre la guerra incorporada en la contratapa, esta revista expresaba más directamente nuestras posiciones políticas, denunciando la represión, la censura, el incendio del teatro Picadero, la manipulación capitalista del arte, los concursos culturales de Coca Cola, etc. Fue también más abiertamente distribuida. Muy pronto el grupo se duplicó con valiosas incorporaciones: la poeta Carmen Bruna, Juan Andralis –antiguo discípulo de Batlle Planas y partícipe en los años ’50 del grupo de París- y su compañera Sylvia Valdés; los jóvenes Ricardo Robotnik  y Gloria Villa así como Gabriela Cetlinas. Ese grupo en pleno[7] irrumpió en agosto de ese año en una supuesta “velada surrealista” en la galería de Ruth Benzacar –donde, tras una breve performance en denuncia del mercado del arte distribuimos el volante Madre Ubú Benzacar: ¡cuidado con la butifarra envenenada!  En octubre, en un festival de arte alternativo organizado por la revista Pan Caliente en la Rural, montamos un stand donde, entre cuadros, consignas y objetos, invitamos a la concurrencia a explorar un juego táctil. En diciembre, nuestra participación en un encuentro de revistas culturales en el club Villa Malcolm, así como en el libro 65 poetas por la vida y por la libertad -en beneficio de Abuelas de Plaza de Mayo- cerraron el año y, al mismo tiempo, nuestras intervenciones bajo la dictadura.

Por circunstancias diversas, la revista no volvería a publicarse en democracia. Como editorial Signo Ascendente , el grupo publicó varios libros entre 1983 y 1988  y, aun atravesando crisis y recambio de integrantes, mantuvo su  actividad interna, su conexión con el surrealismo internacional y su intervención pública a través de recitales, muestras, presentaciones y declaraciones colectivas hasta 1992, año en que nos sumamos al conjunto de agrupaciones que organizaba la Contra-Marcha y distribuimos luego en ella una declaración internacional del surrealismo en repudio a la celebración del V Centenario del descubrimiento de América.

 

[1] El Partido Socialista de los Trabajadores y Política Obrera.

[2] Entre quienes tuvieron una activa participación en esa primera etapa previa a las revistas, cabe mencionar a Gerardo Romagnoli (se presentaba como “Taruchín”), Eduardo Mileo (“Tanguito”), Cristina Herrera  -quien abrió su casa a nuestras reuniones hasta que tuvo que dejar el país- y su hermana Isabel.

[3] Alberto Arias firmaba Alberto Valdivia; Alejandro Michel, Alejandro Mael, y yo, Silvia Grénier. Luis Morado, amigo del grupo, apareció en Poddema 1 como Luis Yara.

[4] Firmó allí como Metzengerstein.

[5] En particular con P.O.

[6] Más adelante llegaría el contacto con el grupo de Madrid.

[7] Incluido Mario Pellegrini, quien en ocasiones venía con Andralis  a nuestras reuniones.